
No hace falta morir ahora, no hace falta rendirle culto a nada, no hace falta volver a empezar, ni caminar derecho, si solo hay cerdos tontos en esta tierra de nadie, tontos, ciegos y sordos dueños solo de un cielo pobre y una naturaleza enferma, dentro de una atmósfera de piel de carcajadas y burlas por doquier.
Cerdos, pequeños cerdos que nacen ya puerquitos y huérfanos de una sociedad llena de tantas cosas sin nada, caras de asombro y dulces de chocolate, fiestas navideñas y años que siguen pasando. Una tempestad de viento abruma mi demencia, y se hace tan fuerte que no se combate, ni con cerdos, ni con almas.
Todos los rasguños de mi alma que un día la mataron y la dejaron sin habla me consumieron de poco y me quitaron el aliento. Mis calles se volvieron campos de estupida nada, mis años son siglos de cosas sin sentido, Mi locura podo la sabiduría, una cosa que devuelva las calles y las flores a mi cabeza, esa mente tan absurda y tan difícil a veces. Porque puedo resolver los problemas de un mundo y no lo de mi propia frontera mental.
Amigos de la hipocresía y las mentiras de siempre, de color de la vida que no tiene color, tan amansada en mi propia ilustración de este mundo lleno de cerdos inertes.
Callar a ese don que me hace agitar de nostalgia, gritarle que si hay colores en mi mundo tan gris.
Esos cerdos, malditos cerdos que te sirven copas de aire extenuado.
Tiempos de nadie, rayas blancas en un cielo dominado, árboles de lilas exentas, frondosas praderas y tantos cerdos, más cerdos sin paradero, más cerdos enamorados de los cerdos, más cerdos sin un destino.
Se apoderaron ellos de mi mundo y del mundo. Invadieron las mentes sanas de antes, las lagrimas verdaderas, mi teatro, tu teatro, este de todos, teatro de unas cuantas millas de millones de kilómetros, escenario tan real que lo llaman realidad.
Hambre, insatisfacción, demasiada satisfacción a veces, demasiada servidumbre, demasiada estupidez.
Libre de esta esfinge voy a estar algún día, y voy a recordarme viéndome de lejos, mas lejos que querer mentirme, más lejos que quererme, aun más de los cerdos y las ratas, mas de este mundo en vano, de estas caras estupefactas, de esta enormidad tan grande que tiene este paraíso violado que nos pertenece a todos.
La lejanía de mi persona, huyéndome, veo mi sombra pero me armo de estupidez y considero al fin mi locura como un lugar normal. Ahora, gracias a ese algo por alejarme de tanta demencia, gracias farolito por alumbrarme en estos caminos inciertos.
La cabeza una y otra vez contra la pared y el piso, continuar viviendo entre cerdos es una tarea fina siendo un cerdo y hay que jugar al esclavo.
Un sol y mis estrellas para siempre, mi infinidad, mi sabiduría, mi elogio para curar el dolor, para sanar el alma expuesta a estos rayos que se me clavan en la cabeza y me hacen doler.
Desatados, inservibles me hicieron rendir.
Escrito: 01/01/2008; En el 2010 aun sigue dibujando mi cabeza a la perfeccion.
"No hace falta caminar derecho" cual tal.. hay que recorrer el paisaja, yendo por acá y por allá.. cambiando la ruta de vez en cuando para enconrar otro destino igual pero diferente.
ResponderEliminarAveces todo sabe a nada, pocas cosas tienen sabor y la gente no le pone condimento.
Pero bueno.. son momentos, el sabor vuelve y a uno le gustan cosas nuevas, con probar no se pierde nada.. siempre se puede escupir. (:
Un saludo caballero, buen Lunes y ya que estamos buena semana.